A pesar de la situación tan difícil resolvió quedarse e invertir su fortuna personal en favor de la defensa de la patria; inició una colecta para sostener a las tropas y pagó, con su propio dinero, uniformes, vituallas y acémilas. Comandó el Iquique, batallón que también financió personalmente, participando con él en las batallas de San Francisco y Tarapacá (noviembre de 1879). En esta última fue herido en la cabeza, no obstante lo cual recorrió el campo de batalla para contener el repase de los caídos en la contienda. No quiso retirarse de la guerra a pesar de haber sido atacado por el paludismo y, desde Arica, rindió juramento a la bandera obsequiada por las señoras de su tierra natal al batallón Iquique.
Al lado de Francisco Bolognesi, participó heroicamente en la batalla de Arica (7 de junio de 1880) y, cuando se vio rodeado por el enemigo en el morro, se lanzó al mar defendiendo el honor de la bandera nacional. El historiador José A. del Busto ha reconstruido aquel glorioso momento de la siguiente forma:
Entonces fue que Alfonso Ugarte, en su caballo blanco y con celeridad de urgencia, acudió a un sitio y otro tratando de mantener el enlace de los batallones y de llevarlos hasta la cresta del morro para defenderlo hasta el mar. Tomó Ugarte en sí esta responsabilidad porque ya casi todos los jefes peruanos estaban muertos o heridos. Uno de los pocos que seguía sano era Arias Aragüez, quien rodeado de enemigos fue intimado hasta tres veces para que se rindiera, mas el tacneño se negó a entregar su espada cayendo fulminado a balazos al no atreverse ningún oficial chileno a quitársela. Así las cosas llegaron los enemigos muy cerca del mástil donde estaba la bandera, defendiendo la cual murieron cantidad de soldados peruanos con el mayor Blondell, quien sucumbió al pie del asta dicen que habiendo bajado el pabellón para salvarlo del adversario. La tradición narra que muerto Blondell, el bicolor quedó flotando en varios brazos, sin llegarlo a tocar el enemigo, y que entonces un jinete lo arranchó a quienes lo tenían y espoleando a su caballo blanco se lanzó al vacío con la bandera en su mano derecha por el lado norte del morro: era el coronel Alfonso Ugarte.
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