A lo largo del siglo XX, en multitud de ocasiones se ha pintado a Hernán Cortés como un ser sanguinario, simple marioneta de frailes codiciosos y atroz verdugo de cientos de indios. Sin embargo, para ser justos con la realidad histórica, hay que reconocer que pocos personajes han sido más inteligentes, cultos y avispados que el hombre que conquistó México y destruyó el imperio azteca. Fernando Cortés Monroy Pizarro Altamirano vio la primera luz en la ciudad de Medellín, provincia de Badajoz, en 1485. Como tantos otros conquistadores era, pues, de origen extremeño. De estirpe hidalga -emparentada con el futuro conquistador del imperio inca, Francisco Pizarro-, Cortés cursó sus estudios en la Universidad de Salamanca y a buen seguro hubiera acabado formando parte del elenco de letrados del rey, de no ser porque las noticias que llegaban de América lo sedujeron impulsándole a cambiar de destino.
En 1511 se encontraba con Diego de Velázquez en Cuba. La relación entre ambos no fue fácil y Velázquez, consciente de la inteligencia de Cortés, decidió optar por la diplomacia para ahorrarse problemas con él. Así, no sólo lo casó con su cuñada, sino que lo envió a Yucatán como jefe de una expedición que debía seguir los descubrimientos en esta zona de América. Cortés no tuvo dificultad en lograr que más de seiscientos hombres se sumaran a su empresa y el 18 de noviembre de 1518 partió hacia el nuevo continente.
A inicios del año siguiente, se hallaba en la península del Yucatán, dividida a la sazón en distintos estados independientes tras la caída de Mayapán en 1480. La llegada de Cortés se tradujo en la supresión de los sacrificios humanos propios de los mayas que, por añadidura, no tuvieron problema en rendir culto a la Virgen ya que la identificaron con su propia diosa-madre.
LAS ARMAS Y LOS CABALLOS ASUSTARON A LOS INDÍGENAS
Fue precisamente en estas tierras donde Cortés tuvo noticia de un país situado a poniente que los indígenas denominaban México. Bordeando la costa mexicana en dirección noroeste, la flota española se encontró con naves aztecas cuyos tripulantes quedaron horrorizados ante la visión de los caballos. Moctezuma, el emperador de los aztecas, que moraba en Tenochtitlán, se negó a permitir que Cortés lo visitara a pesar de las repetidas solicitudes de éste. Fue entonces cuando los indígenas procedentes de Zempoala le comunicaron que eran enemigos de los aztecas, y le pidieron ayuda para liberarse de su opresión. Aquella información tuvo una importancia inmensa porque permitió a Cortés trazar un plan para conquistar el imperio azteca mediante el sencillo expediente de aprovechar sus luchas intestinas. Pasando por alto la autoridad de Diego de Velázquez, que lo había enviado a tierra firme, Cortés se autodesignó gobernador y se adentró en territorio mexicano, no sin antes inutilizar las naves para evitar deserciones.
El 2 de septiembre de 1519 los españoles derrotaron a los tlaxcaltecas en Tlaxcala, y los sumaron a sus aliados. Al paso por Cholula, los indígenas concibieron un plan para asesinar a Cortés, pero el aviso de una joven llamada Malinche le salvó de ser atacado. En adelante, Malinche -doña Marina- no sólo se convirtió en amante de Cortés sino en elemento clave en las relaciones con los indígenas.
MOCTEZUMA SE RINDIÓ, PERO SU PUEBLO SE OPUSO A LA CONQUISTA
El 8 de noviembre de 1519, finalmente, Cortés se encontró con Moctezuma, y empleó a doña Marina como intérprete. El emperador conocía los vaticinios que hablaban del final de su imperio a manos de hombres blancos y quedó seducido por la labia de Cortés. En buena medida, puede afirmarse que desechó cualquier posibilidad de resistir a los españoles. Sin embargo, la situación distaba de ser halagüeña. Velázquez había enviado tropas al mando de Pánfilo de Narváez para reducir a Cortés, y los sacerdotes aztecas estaban fraguando un plan para asesinar en masa a los conquistadores. Con una capacidad de reacción extraordinaria, Cortés salió al encuentro de los hombres de Narváez, y los derrotó y sumó a sus efectivos. Mientras, en su ausencia, Alvarado reprimió con dureza una revuelta azteca en Tenochtitlán.
LA HUIDA DE LOS ESPAÑOLES ACABÓ EN DERROTA AZTECA
El resultado fue que, cuando el 24 de junio de 1520 el ejército de Cortés entró nuevamente en la ciudad, se palpaba la tragedia. Cortés pidió a Moctezuma que serenase los ánimos, pero cuando éste se dirigió al pueblo, una pedrada lanzada por un azteca arrancó la vida al emperador. Cercados, carentes de provisiones y superados numéricamente, la única salida que tenían los españoles era la retirada. La acometieron la lluviosa noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, conocida como la Noche Triste. Las bajas fueron considerables y no pocos de los castellanos lograron salvarse utilizando pértigas, como en los pueblos de los que procedían.
Perseguidos por los aztecas, finalmente, los españoles se vieron obligados a enfrentarse con ellos el 7 de julio, cerca de Otumba. La batalla se libró a la desesperada, pero, a pesar de su extraordinaria inferioridad numérica, los españoles lograron asestar una derrota definitiva a los aztecas.
Para no pocos, la carrera de Cortés concluye con este combate en que se vio sellado el destino del imperio azteca. No fue así. Cortés fue también responsable de la exploración de Honduras, del descubrimiento de California -que recibió de él su nombre- y de los primeros intentos de hallar un camino de salida al océano Pacífico.
Finalmente, Hernán Cortés murió el viernes 2 de diciembre del año 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), cuando aún soñaba con regresar a América. Tras su muerte, los restos del conquistador iniciaron un largo peregrinaje por distintas ciudades de España y México, que no concluiría hasta el año 1947.
Cortés y Billy el Niño
Es sabido por pocos a este lado del Atlántico que el famoso pistolero Billy the Kid conocía el español porque se había criado en zonas hispanoparlantes del sur de EE UU. A lo largo de su vida, sólo leyó tres libros y los tres estaban impresos en español. De ellos derivó una admiración exacerbada por Hernán Cortés, que se convirtió en su héroe y al que consideraba el hombre más grande que hubiera existido nunca.
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